Érase una vez, la desconocida historia de Vaporeto, Chakachá y Tutú, los duendes de la vieja locomotora Vaporesa, que conviven con las palomas mensajeras en La Glorieta, cerca de la estación de ferrocarril de San Fernando – Centro.
Para poder situarles en el lugar donde ocurre la historia que les voy a contar, me gustaría comentar que al Paseo General Lobo, de la localidad gaditana de San Fernando, los cañaíllas y forasteros siempre la llamaron “La Glorieta”, siendo lugar de tránsito habitual para los que partían o llegaban a La Isla, además de los trabajadores de La Constructora, La Bazán y La Carraca, que hace muchos años usaban los ferrocarriles que hacían los trayectos de ida y vuelta, desde la cercana estación, que también era lugar de paso para los militares de la Marina y la Infantería de Marina, que tenían sus acuartelamientos al otro lado del ya descrito paseo.
En el espacio mencionado anteriormente, desde hace relativamente poco tiempo, descansa Vaporesa, una vieja y mágica locomotora, que se ubica sobre unos raíles fijados a una elevada y robusta base de piedra, resguardada del frío y la lluvia, por una frondosa arboleda, que no le impide poder observar perfectamente en el cercano parque infantil, las evoluciones y juegos de los más pequeños, que habitando en el barrio o estando de visita por el mismo, suelen disfrutar de sus ratos de ocio en aquel espacio, bajo la atenta mirada de sus progenitores o tutores.
Lo que ni los adultos, ni los niños saben, es que en las entrañas de la vieja locomotora Vaporesa, viven unos duendes llamados Vaporeto, Chakachá y Tutú, los cuales con la inestimable ayuda de las palomas mensajeras que por allí anidan, y la custodia del Sagrado Corazón de Jesús, son los principales responsables de que sus mágicas peticiones a Papá Noel, a los Reyes Magos, o a los dos, puedan ser atendidas, gracias a lo que les paso a contar.
Cuando un niño se acerca por primera vez al antes mencionado parque infantil, el duende que en ese momento esté como vigilante de guardia en la trasera de la vieja locomotora, comienza a redactar una nueva ficha con los datos del chiquitín, haciendo constar su nombre, apellidos, edad, domicilio y familiares o tutores que los acompañan, además de describir datos de su aspecto físico, como su estatura, color de piel, del pelo y de los ojos, además incluso de cualquier otro detalle por el que pueda destacar para ser identificado.
Una vez redactada la ficha del menor, el duende comienza un procedimiento, que se repetirá por él mismo, o por alguno de sus compañeros, cada vez que el niño acuda a jugar, donde sin que nadie vea al mágico espía, hará el preceptivo informe de comportamiento cívico y social, en el que además se valorará su actitud con familiares y amigos, analizaran el cuidado con el que trata el mobiliario urbano, las plantas y árboles de los alrededores, para finalizar comprobando como se relaciona con los animales domésticos, mascotas o que viven en libertad cerca de allí.
Realizadas las acciones anteriores, cuando los duendes finalizan sus turnos de guardia en el habitáculo trasero de la locomotora, que es usada por Vaporeto, Chakachá y Tutú, como si fuese una de las garitas del cercano Cuartel de San Carlos, pasan a limpio sus informes en el interior del morro de la locomotora, usado como oficina principal por Vaporesa, donde esta supervisa las fichas antes de entregárselas a las palomas mensajeras, que previamente fueron adiestradas en la colombofilia, para que con su ágil vuelo, se trasladen a lo más alto del pedestal donde se encuentra el Sagrado Corazón de Jesús, en cuyos pies existe una ranura casi imperceptible, donde las aves como si el pedestal fuese un enorme buzón, depositan el colubograma, consistente en los documentos con los que tanto los Reyes Magos, como Papá Noel, analizarán y valorarán los méritos de cada niño del barrio, para concederles sus deseos en las próximas navidades.
Con menos frecuencia, a veces también se acercan a Vaporesa, enviados del Ratoncito Pérez, para recabar información de alguno de los niños que les dejan sus dientes bajo la almohada, pero a esos los atienden directamente Vaporeto, Chakachá o Tutú, pues por lo general lo único que les piden es confirmar la dirección de algún abuelo, donde la criatura que requería los premios pasaba el fin de semana.
Así que si estás leyendo este cuento y alguna vez visitas La Glorieta, o el parque de tu barrio, recuerda que siempre debes tener mucho cuidado con lo que haces, pues, aunque tu no los veas o pienses que nadie te ve, hay muchos Vaporeto, Chakachá y Tutú por todas partes que te vigilan e informan sobre ti, a los Magos de Oriente, al bonachón abuelo de Laponia, o al simpático ratoncito, a los que les pides los regalos de navidad o cuando se te cae un diente.
Y colorín, colorado, por hoy este cuento se ha acabado.
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