Los cuentos de Mardigo – Pirata Monóculo Bellavista, el fantasma del Puente de Ureña

Érase una vez, en el puente Marqués de Ureña, ubicado en los terrenos del antiguo polígono de tiro de fusil de la Armada Española, en San Fernando (Cádiz), donde todos los “pelones”, del desaparecido Cuartel de Instrucción de Marinería, aprendieron a disparar, que ocurrieron los hechos que les paso a relatar.

Según cuenta la leyenda, desde hace ya muchos años, en la parte más alta del por todos conocido, con el abreviado nombre, Puente de Ureña, parece ser, que aquellos que por allí cerca han estado o pasado, aseguran haber visto un fantasma, vestido con ropas de pirata y con su ojo izquierdo tapado con un parche, soliendo estar asomado a los pretiles vagando por aquel lugar, sin que nadie sepa muy bien, ni cómo, ni cuándo llegó, hasta tan singular y abandonado rincón, entre el Arsenal de la Carraca y los terrenos de la antigua Fábrica de San Carlos, popularmente conocida como La Constructora.

Algunos de los más osados y atrevidos relatores, incluso llegan a insinuar, que fue el citado fantasma, el motivo del abandono de la emblemática construcción, cuya función dentro del proyecto de la Población Militar de San Carlos, ideado por Francisco Sabatini y dirigido por el Marqués de Ureña, Gaspar de Molina y Zaldivar, a instancias de S.M. El Rey Carlos III, consistía en poder sortear un pequeño caño que también sería construido, para que las embarcaciones menores pudieran acceder al caño de Santi Petri, de mayor envergadura y calado, procedentes de la Bahía de Cádiz, o viceversa, evitando así que las pequeñas naves, se acercasen al Arsenal de la Carraca, donde permanecían atracados o fondeados los grandes navíos de la Marina Real.

Lo cierto es, que el majestuoso puente, que fue bautizado con el título del director de las obras, Marqués de Ureña, siendo la empresa más difícil del proyecto, fue construido sin aparentes contratiempos, mientras que el caño, que en principio debería ser la construcción más sencilla, pues solo se trataba de dragar y ensanchar uno pequeño ya existente, jamás pudo ser acabada, según se rumoreaba, por los continuos sustos y sobresaltos que el pirata fantasma, infringía a los obreros que profiriendo maldiciones, huían despavoridos de aquel rincón, dando cuenta a quienes encontraban en su camino, de la espectral aparición, que lógicamente desincentivaba a cualquiera, para trabajar en aquella obra.

Muchos fueron los esfuerzos para evitar que el fantasma, torciera los planes de los responsables de aquel impresionante proyecto, enmarcado dentro de la futura población de San Carlos, que además del puente, incluía otras grandes construcciones, de las que aún hoy existen, el Tercio de Armada, la Escuela de Suboficiales, El Panteón de Marinos Ilustres y un moderno Hospital de San Carlos construido en los terrenos del antiguo, que originalmente fue un convento de franciscanos.

Eran tan continuas las desbandadas de los obreros que dragaban y construían el caño bajo el puente, que incluso se intentó contentar con mejores sueldos y turnos de trabajo, a los peones que allí faenaban, resultando casi inútiles estas prebendas, pues fueron tan reiterados los sustos, que nadie aceptaba trabajar allí, donde los lugareños en aquella por entonces, Real Isla de León, incluso bautizaron al fantasma con el jocoso nombre del, Pirata Monóculo Bellavista, pues cada vez que se dejaba ver, parecía estar oteando con su único ojo bueno, desde la cúspide del puente, unas veces la Bahía de Cádiz en la parte más próxima al mar y otras desde la otra banda, las siluetas del horizonte, donde sobre todo en los amaneceres y días claros, se atisbaba la localidad de Medina Sidonia y tras ella los montes y montañas de la Sierra de Cádiz.

Sea como sea, no son pocos los testimonios que hasta el día de hoy, han llegado a la mayoría de las familias cañaíllas, en las que nuestros tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres, aseguraron haber visto alguna vez al fantasma, el Pirata Monóculo Bellavista, tildándolo de agorero o mensajero de malos presagios, para quien tuviese la “mala suerte” de verlo, aunque para ser sinceros, nunca se supo de que algún mal asolara a quienes habiéndolo visto, luego lo contaron, por lo que si alguna vez lo ves, mejor será que no te lo calles.

Según relataban los más antiguos, cuando cada mañana se dirigían a trabajar a La Carraca, era fácil reconocerlo asomado al pretil del puente, con su enorme pañuelo blanco y sucio atado a la cabeza, en cuya cara destacaba el parche de su ojo, su enorme nariz y barba desaliñada, mientras con su mano derecha, parecía enfocar su mirada o dar sombra al único ojo por el que veía, no se sabe muy bien si admirando el amanecer o vigilando a los transeúntes que a tan temprana hora por allí circulaban, a través de la antigua carretera del Caño 18, por la que se alcanzaba el primitivo acceso del Arsenal, que hasta el final del primer cuarto del siglo pasado, formaba parte del término municipal de Puerto Real.

De la existencia de nuestro peculiar vecino, incluso se llegó a saber fuera de la localidad, pues cuando los reclutas del Cuartel de Instrucción de Marinería, o los soldados de Infantería de Marina, que vinieron a cumplir su servicio militar desde otras ciudades españolas, acudían a realizar las prácticas de tiro al desaparecido campo de tiro, muchos de ellos aseguraron haberlo visto en lo más alto del puente, observando el ejercicio con una sonrisa picaresca y desafiante, mientras con su espada en alto parecía retar a los que osaban alterar la paz de su particular y fantasmal descanso eterno.

Ahora los más jóvenes, que conocen la existencia de los relatos sobre Monóculo Bellavista, así como de las incidencias y vicisitudes por las que ha pasado aquel casi abandonado rincón de San Fernando, que originariamente era conocido como Monte del Duque, se comienzan a preguntar si pudiera existir alguna relación entre el fantasmagórico personaje, y la desaparición de cualquier actividad o empresa, que rodearon el entorno del Puente de Ureña, con el fin de buscar algún conjuro o exorcismo, con el que poder poner fin a tanto despropósito acontecido por aquellos lugares.

Y es que al abandono en sus inicios del proyecto del Puente Marqués de Ureña, junto a las incógnitas que rodean al cercano Cementerio de los Ingleses, las dificultades en la construcción de la Iglesia de la Purísima Concepción, reconvertida en Panteón de Marinos Ilustres, unido a la desaparición últimamente del Polígono de Tiro de Fusil y su posterior abandono, pero sobre todo al traumático cierre de la Fábrica San Carlos, más conocida como La Constructora, parecen constatar que en aquellos terrenos existe algún tipo de maleficio, del que nadie parece librarse ni saber el origen, a menos que como se apuntaba antes, el fantasma del Pirata Monóculo Bellavista del Puente de Ureña, sea el único responsable.

Como quiera que, en la presente historia, existen datos que se corresponden con la realidad y otros que solo son fruto de mi imaginación, les dejo para que averigüen, cuales son unos y otros, pues por hoy, COLORÍN, COLORADO, ESTE CUENTO, SE HA ACABADO.

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