La guardería de mascotas del Colegio de Huérfanos de la Armada en San Fernando

Érase una vez, allá por la década de los 60, en San Fernando (Cádiz), al final de la carretera de la estación, haciendo esquina con el callejón de los alambres y frente al cine Florida, mas o menos sobre la actual autovía CA-33, antes de llegar al tramo que discurre bajo el puente que une, el Paseo General Lobo y la estación de ADIF, San Fernando – Centro, existía un colegio infantil, que aunque se denominaba, de “Huérfanos de la Armada”, en realidad acudían casi todos los niños que sus padres lo solicitaban, residentes en la cercanas barriadas de Carlos III, La Glorieta y Población Naval de San Carlos.

Para que se hagan una idea mas exacta de la ubicación antes descrita, en el momento de la publicación de este relato, la carretera de la estación, se denomina Avenida Carlos III y el callejón conocido como “de los alambres”, en aquel entonces y ahora, recibe el nombre de Calle Ramón y Cajal.

En aquel colegio, además de formar y educar a los hijos e hijas mas pequeños, de los miembros militares y civiles de la Marina de Guerra española, existía un aula anexa, donde aquellos alumnos que tenían mascotas, podían llevarlas, para que también fueran aleccionadas en los usos y costumbres de los habitantes de San Fernando, pues muchos de ellos, eran originarios de otros territorios del extenso y multicultural estado español, entre los que destacaban los llegados de las localidades donde se ubicaban las capitanías marítimas en Cartagena y Ferrol, así como otras con destinos de la Marina en Mahón, Palma de Mallorca, Las Palmas de Gran Canaria y Madrid donde el actual Cuartel General de la Armada albergaba el Ministerio de Marina.

El profesor de aquel aula para las mascotas, era Don Lobo, un viejo mixtolobo, nombre genérico con el que los cañaíllas se refieren a los perros pastores alemanes y especies similares, siendo sus principales alumnos los perros y gatos de múltiples razas, que junto a un sinfín de especies mas o menos comunes, entre el mundo de las mascotas, conformaban un colorido y animado curso escolar.

La misión principal del canino profe, consistía además de cuidar, entretener y potenciar la convivencia entre sus alumnos, la aclaración de todas las dudas suscitadas entre ellos, a raíz de las diferentes palabras y expresiones originarias de las localidades de procedencia de cada mascota, pues muchas de ellas dependiendo del contexto en el que eran pronunciadas, incluso podrían dar lugar a equívocos y enfrentamientos mas o menos graves.

Al comenzar cada curso, Don Lobo, se dirigía a sus alumnos, explicando además de los temas organizativos y de régimen interior del centro en general y del aula en particular, que habían constatado, la facilidad de adaptación de los escolares y de sus mascotas, al nuevo entorno residencial, al que habían llegado con motivo del traslado de sus padres o dueños, causado por la incorporación a sus nuevos destinos, si los nuevos discípulos, también podían entender algunas de las principales palabras y expresiones que habitualmente podían escucharse dentro y fuera del colegio, gracias a la aportación lingüística de las familias llegadas desde tan diferentes y distantes lugares de la geografía nacional.

A modo de ejemplo y como primera clase, el profe, les describía la extensa lista de sinónimos con las que en San Fernando, podemos oír a los adultos llamando a los niños dueños de las mascotas, para lo cual señalaba que los naturales de La Isla, suelen usar “killo”, “chaval” o “illo”, los cartageneros “muchacho”, “nene” o “acho”, los ferrolanos “cativo”, “rapaz” o “neno”, los canarios “mi niño”, “chico” o “niño” y los madrileños “chavea”, “zagal” o “joven”.

Este policromático lenguaje, fruto de la multicultural fusión lingüística, compartido por algunos cañaíllas, cartageneros y ferrolanos, atesorado durante generaciones, gracias a las diferentes procedencias geográficas de sus vecinos, han impregnado una peculiar jerga, en las mencionadas localidades, así como otras del territorio nacional donde existen bases y/o destacamentos navales.

La circunstancia mencionada anteriormente era enriquecida además por la existencia en las tres localidades cabeceras de las Zonas Marítimas, de los Cuarteles de Instrucción de Marinería, al que en San Fernando, se unía la existencia del Centro de Instrucción de Reclutas del Ejercito de Tierra, conocido como CIR 16, mientras en Cartagena también se asentaba el Cuartel de Instrucción de Infantería de Marina, unidades estas, donde cada dos meses acudían los mozos de toda España, a realizar la instrucción previa de su servicio militar a la patria, lo que siendo además de una importante fuente de riqueza económica para estas ciudades y sus limítrofes, se convertía en una enciclopedia andante de saber y conocimiento, que se mezclaba en calles y plazas con los ciudadanos en ellas residentes, que entre curiosos y sorprendidos, aprendían el habla de otros lugares “mas finolis”, término acuñado al menos en La Isla, para describir a los buenos castellano hablantes, sobre todo de Castilla La Vieja.

A diario, en las charlas informales del recreo, Don Lobo, solía presumir con sus alumnos que su nombre le fue impuesto en honor a un antepasado de su dueño, que daba nombre a la biblioteca del Ayuntamiento, lo cual además le había permitido conocer a tres personas que en aquellos años en San Fernando, encarnaban perfectamente lo que intentaba trasmitir en sus clases, pues los poemas y cuentos del cordobés Julián Blasco Moyano, las crónicas del periodista y escritor santanderino Quintín Dobarganes Merodio, junto con el polifacético “Maño”, apodo con el que toda La isla conocía y aún conoce a Joaquín Rodríguez Royo, impulsor de numerosos eventos y acontecimientos culturales y cofrades, entre los que destaca la Semana Cultural Lasaliana, son clarísimos ejemplos de la aportación de estos y otros ilustres cañaíllas nacidos mas allá del puente Zuazo, al vocabulario isleño en concreto y por ende a las citadas localidades relacionadas con la Marina de Guerra española.

Y así es como cualquiera que lea el presente relato, da igual el día, el mes o el año que sea, podrá hacerse una idea del porqué en San Fernando, al igual que las localidades que fueron Capitanías de las Zonas Marítimas y tuvieron Cuarteles y Centros de Instrucción, en la actualidad los vecinos y residentes, pueden presumir y presumen, de que hasta las mascotas, pueden describir cualquier persona, animal o cosa, así como sus acciones, omisiones y circunstancias, con un rico y variado lenguaje, fruto de años de feliz convivencia con paisanos llegados de todas las latitudes y longitudes de España.

Antes de concluir el presente relato, deseo proponerles a mis paisanos y convecinos cañaíllas, que indaguen en su entorno mas cercano, los orígenes de sus ancestros y comprobará cuan cierto es, lo que enseñaba Don Lobo a sus mascotas, en la guardería de animales de compañía en el Colegio de Huérfanos de la Armada isleño, de los años 50, 60 y principios de los 70.

Y COLORÍN, COLORADO, POR HOY, ESTE CUENTO, SE HA ACABADO.

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